Cuando hablamos de resolución 4K, 8K o cualquier otro
dispositivo conformado por píxeles, el parámetro importante no es su número. Lo
importante es el tamaño angular que cada uno de estos píxeles proyecte sobre
nuestra retina. La agudeza visual de un ojo está limitada por la densidad de
células fotosensibles -conos y bastones, los píxeles de nuestro ojo- de nuestra
retina y el llamado límite de difracción -la acción de una apertura hace que la
luz proveniente de una fuente puntual no converja en un único punto-.
Estos dos límites, uno anatómico y otro físico, establecen
un primer valor máximo de agudeza visual entorno a los 48 segundos de arco.
Cualquier objeto cuyo tamaño angular sea menor que ese no se podría distinguir.
La resolución de la imagen que captura el ojo humano está
limitada por el número de células que caben en la retina, que funcionan a modo
píxeles. Se calcula que un fotograma obtenido por los ojos tiene apenas un
megapíxel. Sin embargo, el cerebro es capaz de aumentar la resolución de las
imágenes antes de procesarlas.
El ojo humano captura imágenes a una resolución equivalente
a 576 megapíxeles.
Esto sucede en el núcleo geniculado lateral, una región
cerebral que recibe la imagen del ojo y, antes de enviarla a la corteza para su
análisis, aplica una técnica similar a la edición cinematográfica que consiste
en interpolar o rellenar la información que falta con datos deducidos de un
algoritmo. El resultado es una imagen retiniana con mayor número de píxeles.
Nuestra visión es binocular, lo que significa que el cerebro
fusiona imágenes procedentes de dos ojos. Desde el punto de vista de biología
celular se puede decir en realidad el ojo humano tiene una resolución de cerca
de 100 µm.
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